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miércoles, 18 de febrero de 2015



Entrevista a Yolanda Regidor,
autora de Ego y yo...

1. ¿Cuál fue la chispa que incendia el deseo o la necesidad de escribir? ¿Por qué una asesora jurídica de pronto siente la llamada de la literatura, de saber que puede y que quiere escribir? Ese momento que todo lo voltea.

Supongo que la necesidad de escribir siempre la tuve, pero a pequeña escala; pequeños escritos de desahogo personal que, ahora que lo pienso, tenían una clara pretensión estética. Pero jamás me dije: ‘Yo quiero ser escritora’. Simplemente no sabía que me fuese posible. Sí era consciente de que tenía una buena redacción, y también de la repercusión que tenían mis palabras en los demás, aunque fuesen escritos más o menos técnicos o supuestamente objetivos; pero de ahí a escribir de verdad hay un salto que, simplemente, no había probado hasta que me retaron a ello. Cuando terminé el primer capítulo ya no hubo vuelta atrás.


2. Con Ego y yo, me queda la sensación de que Yolanda Regidor ya lo tiene clarísimo, sabe qué quiere contar y cómo y hasta dónde puede estirar la goma ¿qué diferencia siente usted entre Ego y yo y su anterior trabajo La piel del camaleón?

La diferencia que existe es, claramente, la evolución. La evolución de mi escritura, y la evolución natural del pensamiento. En la primera me preguntaba de qué manera llegar a ser uno mismo; en la segunda, hablo de la necesidad de dejar de serlo. Pero en las dos existe un claro componente exorcizante; eso no voy a negarlo.

3. Me contó un pajarito muy parlanchín que su próxima novela estará ambientada en la Guerra Civil ¿a qué se debe ese cambio de registro si la fórmula de Ego y yo ha funcionado tan bien, no le da miedo?

En cuanto al tema, es algo que yo no puedo controlar. No puedo tomar la decisión de escribir sobre esto porque ha gustado a los lectores, o sobre aquello, porque está de moda. Mis historias surgen de mi necesidad de contar algo, y casi siempre, se me aparecen en forma de imágenes poderosas. A partir de ellas empiezo a escribir, sin miedo alguno y sin otro juez que mi propio criterio. Respecto al cambio de registro, sin embargo, creo que escriba lo que escriba, muchos tonos de mi voz serán plenamente reconocibles.

4. La suya es una literatura un poco resquebrajada, una Espido Freire o Jeanette Winterson mucho más intensa y por lo tanto más estimulante para el lector, sus  personajes no tienden a estar rotos del  todo y quizá luchan por no romperse y salir lo más ilesos posibles ¿tiene que doler la literatura, al lector y al autor?

Claro. Si una novela no es capaz de hacer que sientas ansiedad por una situación de pánico de tu personaje, que tu corazón vibre por un momento ante su pasión, que sientas en tu pecho su culpa, en tu garganta su desesperación, en tu sexo su deseo… no ha servido de nada. Y para que así sea, lógicamente, antes debes haberlo sentido tú. En eso se basa la escritura: en saber describir emociones, en poner las palabras adecuadas a los sentimientos. Y eso solo puede hacerse desde la experimentación con uno mismo y la identificación con tus personajes, poniéndote en la situación más próxima que puedas.

5. Es usted cacereña, así que le pregunto por el ambiente cultural de su ciudad, que además es estudiantil y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pero que, en cambio, el único movimiento fuerte a nivel internacional ha sido el Womad (World Of Music, Arts and Dance) ¿cómo ve la cultura en su región? ¿No se echa en falta la creación de un certamen literario con peso en una ciudad tan conocida y dinámica como Cáceres?

Por supuesto que sí. Una ciudad como Cáceres se merecería un certamen literario distinguido, prestigioso y renombrado. Debería tenerlo hace años, antes de que llegaran las vacas flacas. Pero, hoy por hoy, no nos engañemos: la literatura no es un alimento necesario, queda lejos de la base de la pirámide de Maslow, y en tiempos de crisis la gente que apuesta por la cultura lo tiene francamente difícil. Por lo demás, Cáceres es una ciudad maravillosa en la que, si quieres, siempre hay algo que ver, algo que escuchar y mil cosas por descubrir; un lugar estupendo que echo mucho de menos.

6. Ego y yo nos llega respaldado por el XXX Premio Jaén de Novela ¿qué se siente al saber que una obra suya de pronto a un jurado le parece la mejor?

Le respondo con un diálogo entre mi Ego y mi Yo:
— ¡Flípalo! No me lo puedo creer.
Sabías que podía suceder; no me seas pamplinas.
No lo esperaba.
¿Entonces, para qué coño lo presentaste?
Por si sonaba la flauta.
Pues ha sonado.
No, si ya, pero… ¿lo merezco? ¿De veras es buena?
Si ha ganado, mala no será. Esa gente tiene criterio, no como tú. Y déjate ya de vainas y descorcha el Moët.


7. En una ocasión, ante unas declaraciones mías en televisión, usted me deseó a modo de maldición (risas), que algún día me otorgasen un certamen, subrayo me otorgasen porque ganarlo por mí mismo sería imposible dado que nunca participo en ninguno. Ahora, a toro pasado ¿lo ve como una bendición o como una maldición, como algo que ni fu ni fa y ahí está? ¿Qué le ha aportado, premio económico aparte, llevarse a casa el Jaén de Novela?

He de aclarar, dado que lo cuenta, que esa maldición fue fruto de unas declaraciones suyas en las que generalizaba sobre la transparencia y calidad de los certámenes literarios. Ese desprestigio de algunos premios, ciertamente ganado a pulso, no debe extenderse a todos, puesto que no son todos iguales, y meterlos en bloque en el mismo saco puede provocar desconfianza en el lector y hacer mucho daño a la literatura, y a quienes, aun en estos tiempos, pujan, con gran esfuerzo, por ella. Porque está claro que hay algunos en los que el único interés ha sido y sigue siendo puramente literario. El premio Jaén de Novela es uno de ellos, y la prueba más fehaciente soy yo: una escritora con su segunda novela, alguien con muy poco bagaje literario.
Así que, sí, puedo decir claramente que, salvando ese recelo por parte de algunas personas, es una absoluta bendición traerse a casa una figura muy chula y el recuerdo de una noche maravillosa acompañada de gente que apuesta por lo que haces.
  
8. Yo me aferro a la sinopsis de Ego y yo y quedo genial en el blog, haciendo un corta y pega por gandul, pero si le pido que me cuente Ego y yo ¿qué me dice? ¿Necesitaría una botella de Macallan para saborear mejor el argumento? Véndame su novela y luego brindamos junto al río.

 No le voy a vender mi novela porque es algo incompatible con mi método como escritora. Yo soy absolutamente libre escribiendo; no pienso jamás en el lector, por lo que, a la hora de “venderlo”, se me hace tremendamente difícil. Prefiero que sea el libro el que hable a cada cual a su manera. Pero puedo contarle algo sobre Ego y Yo, eso sí. Verá: “Ego y Yo” narra en primera persona del masculino las experiencias de un breve viaje con un amigo cuya personalidad es antagónica a la suya y, sin embargo, absolutamente dependiente, como la cara de la cruz de una moneda. Se adentra en las profundidades del ser humano, deja a la luz sus dos lados y plantea la cuestión de cómo completar nuestro espíritu con otros ajenos, de cómo no perdernos nada, ni al santo ni al diablo que llevamos dentro.
 “Ego y Yo” es una novela realista, íntima y con un punto fuerte de intriga psicológica, pues el argumento se va tensando a lo largo de la novela hasta llegar a un final inesperado, paradógico y, dicen, que bastante turbador.
Respecto a ese brindis junto al río, acepto siempre que me ceda usted el último trago de Macallan. (Guiño).

9. Pienso que en el libro quedan presentes tres estilos bastante definidos. El primero puede acercarse a Hemann Hesse y hablarnos de la naturaleza y del hombre, el segundo a Poe y enredarnos a oscuras y maniatados al argumento tétrico y a la desesperación que sin duda se espera que llegue, y el tercero a ese Oscar Wilde desencantado. No sé si he acertado. Final impresionante, sin duda, con un hachazo al lector aunque aquí, en lugar de hacha sea cuerda. Una mezcolanza que crea una voz propia: la suya. Y que además está arrasando con los lectores ¿Por qué cree que está gustando tanto Ego y yo?

Creo que puede haber varias razones. Cada cual tiene la suya; pero a mí lo que me atraería de esta novela es que se vislumbra la libertad con la que está escrita y el contraste entre las luces y las sombras. Procuro lo que a mí me gusta: principios intensos, tramas vivas, espacios para la reflexión y finales potentes que te dejen trabado y que provoque ganas de releerlo. Me encanta jugar con las expectativas; lograr ese tipo de novela que no termina en su frase final, que cuando la acabas, puedes volver a empezar desde un punto de vista diferente y hacer una lectura distinta.
He pretendido crear una obra que estimule la inteligencia del lector, que provoque que su imaginación vuele, que despierte el hambre de su mente.
En cuanto al estilo, doy suma importancia a la potencia narrativa - una prosa que mantenga un buen ritmo-, y a los diálogos reales, verosímiles, sacados de la vida misma, con un lenguaje vivo; hacerlo de otra forma me parece tan artificial y ridículo que me da la risa. Por ejemplo, si mis personajes son jóvenes, en una conversación utilizarán palabrotas, y no trasladar eso a una novela (supuestamente realista) significa que escribes ciencia ficción, que no sabes escuchar o eres un meapilas que te asustan las palabras.

                     Por favor, confiese…

En estos momentos estoy leyendo El balcón en invierno, de Luis Landero.
Me arrepiento, aunque repetiría, de… Si de verdad me arrepintiese no repetiría. Suelo aprender de los errores.
El corazón me late fuerte, como en la niñez, por… un reto.
Hoy por hoy, me gustaría tanto, tanto que… no me preguntase cosas secretas como esta.
A menudo me sorprendo pensando en… algo de provecho.
Si llamasen a mi puerta ahora, por favor, que sea… un error.
Me gustaría que mis amigos leyesen el libro de… El Camino, de Delibes; una auténtica obra maestra.
Si me vas a querer he de avisarte de que… soy apasionada y huidiza a partes iguales.

BONUS EXTRA…

10.  Por favor, explíqueme por qué carecen de nombres los personajes de esta novela.


Que los personajes principales no tengan nombre era algo absolutamente necesario. El lector lo entiende solo al final; se da cuenta de que no podía ser de otra forma. No puedo decir más sin destripar la obra. Pero no ocurre solo con los principales; yo quería también cierta imprecisión en los lugares, siempre nombrados genéricamente, y en los personajes secundarios, que aparecen con apodos. La indeterminación es clave durante toda la narración; es lo que da el punto para que la novela finalmente sea interpretada por el lector a su manera personalísima.

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